«Contradicciones en torno a la salud mental» fue el tema de la ponencia que expuso la psiquiatra e investigadora Laura Martín López-Andrade en la jornada inaugural de la Semana Galega de Filosofía.
¿Cual es la primera contradicción en salud mental?
La primera contradicción es que se habla mucho de salud mental pero en un sentido excesivamente reduccionista. El modelo médico ha acaparado todo lo que tiene que ver con el sufrimiento humano y ha transformado un poco nuestro trabajo en diagnosticar a la gente y prescribirle químicos o rectificaciones del comportamiento. Creemos que ha desaparecido la reflexión sobre el ser humano, sobre el qué te pasa. Y ahora solo aparece una pregunta que es qué tiene, alqo que no ayuda a la gente.
¿Cuál es en este escenario su propuesta?
Intentamos proponer desde muchos lugares de la sanidad pública una clínica que en lugar de estar basada en los síntomas esté basada en las necesidades y los derechos.
Porque un diagnóstico generalmente es solo poner nombre a hechos que suelen ser traumas. Hoy te echan del trabajo, te deja el marido, y el psiquiatra te dice que el problema es tuyo, individual, por un tema de tu cerebro o no sé qué de la serotonina
El diagnóstico es, queda un poco duro decirlo así pero lo puedo explicar, es una gran mentira. Es un ejercicio de poder porque el diagnóstico no está basado en ningún tipo de evidencia científica, es un consenso que se hace a través de expertos con conflicto de intereses con la industria farmacéutica. Y los diagnósticos realmente se agrupan en unos manuales que, insisto, están pagados por la industria farmacéutica y dan nombre a malestares subjetivos y completamente diversos. ¿Qué se intenta con el diagnóstico? Primero lo que tú has dicho, esencializar el problema, es decir, que sea totalmente esencialista, individual de la persona y que no tenga nada que ver con el contexto en el que está.
¿Está demostrado el origen biológico de las enfermedades mentales?
Desde que nace la psiquiatría en base a una supuesta hipótesis biológica nunca se ha comprobado ningún tipo de esa causalidad biológica, pero sí se sigue insistiendo en eso porque hay una hay una especie de necesidad de que la psiquiatría y todas las ciencias afines a ella estén dentro de la medicina, pero realmente no hay ningún motivo para introducirlo dentro de la medicina. Entonces, si nosotros ante una persona que sufre damos un diagnóstico y decimos que el problema lo tiene ella, digamos que ya no lanzamos esa pregunta a lo social, no podemos abrir preguntas ni sostener que a lo mejor esas preguntas tienen que ver también con nosotros como sociedad, sino que tienen solo que ver con el individuo. En el momento actual, en un sistema capitalista y en una sociedad neoliberal, conviene mucho que el problema sea único del individuo. Pero realmente tendríamos que abrir la reflexión hacia toda la sociedad.
¿Realmente hay esa epidemia de salud mental de la que se habla?
Ahora no hay más enfermedades mentales, sino que hay más malestar psicosocial. Y ese malestar tiene que ver con nosotros como individuos, pero por supuesto con nosotros como sociedad. Estamos en un congreso de filosofía y me parece muy interesante abordar estos temas aquí, deberíamos ayudar a la reflexión social y al cambio social, no cerrarlo, que es un poco lo que está lo que está haciendo desde los sectores digamos más mayoritarios.
Un porcentaje de niños con TDAH o un trastorno desafiante de la personalidad, adultos funcionales que son autistas, fóbicos sociales, que tienen ansiedad y depresión… ¿Tan mal estamos?
Hay un malestar, pero eso no quiere decir que estemos mal hechos. La reflexión sobre lo mal que estamos no tenemos que llevarla al cuerpo ni a un diagnóstico. El tema de los niños: que haya unos que se mueven más o que atienden menos, no quiere decir que tengan un trastorno de déficit de atención, sino que se están criando en contextos determinados, muchas veces muy abandonados, hiperestimulados, mucho menos atravesados por el lenguaje y mucho más por la imagen, digamos, menos en sociedad. Si nosotros no nos preguntamos por qué le pasa esto a la gente y solo por qué es lo que tiene, cerramos la pregunta, el interés y la posibilidad de cambiar las condiciones en las que se desarrolla ese malestar. Yo creo que los psiquiatras, las psicólogas clínicas, todo el conglomerado de profesionales de la salud mental, tendríamos que estar puestos a disposición de reconstruir una comunidad en la que estemos mejor. No cerrar esa posibilidad, que creo que es lo que estamos haciendo ahora diagnosticando y lanzando nuestro discurso a la sociedad, porque es verdad que el discurso médico de toda la salud mental lo ha absorbido la sociedad y es ella la que ahora te pide un diagnóstico, pero es por lo que nosotros estamos diciendo. Estamos diciendo que la gente está mal hecha y ella, claro, se lo ha creído.
Antes de la pandemia las enfermedades mentales eran un tabú y ahora da la sensación que la sobreexposición las banaliza
Porque hay un problema que tiene que ver con la identidad que tenemos como individuo y como sociedad. Cuando te pasa algo, sientes una dificultad para expresar lo que te está pasando, es mucho más sencillo desde el punto de vista subjetivo y desde el punto de vista antropológico darle una explicación en que ese algo está fuera. En el momento en que lo que me pasa es un diagnóstico, rompo ese tabú porque me aporta una identidad; el diagnóstico me da una identidad y entonces yo ya no soy responsable de eso, los responsables en todo caso es el terapeuta que me tiene que acompañar y mi cuerpo que realmente no funciona bien. Así te vuelves completamente irresponsable respecto a eso y en una sociedad en la que estamos un poco abocados a ir rápido y obligados a estar bien, eso encaja perfectamente. El marketing del modelo médico amparado por la industria farmacéutica es brutal y realmente encaja muy bien en el modelo social. Solo tenemos que ir viendo todos los cambios culturales que ha habido, esos cambios sociales son los que han ido provocando cambios en los diagnósticos psiquiátricos. Es decir, que no, que esto no son evidencias científicas ni son descubrimientos científicos.