miércoles, 18 de septiembre de 2024

Guadalupe, de Badajoz a Burdeos




Pedro Torrijos/X

La Casa en Burdeos es obra maestra de la arquitectura. Un regalo diseñado

para alguien que no podía caminar. 

Pero tiene unos cuantos problemas, y esos problemas los vivió (y los arregló) una mujer extremeña que llevaba una fregona. 

Así fue la vida de Guadalupe: 

La Casa en Burdeos es un prodigio. Una planta superior con los dormitorios, muy compartimentada y muy "pesada", que flota con todo ese peso sobre una planta totalmente diáfana. 
Abajo, una planta semienterrada que abre al jardín. 

Para que esa planta intermedia del salón sea completamente libre y sin pilares, la estructura se sujeta en solo tres soportes: uno interior, unos exterior y uno camuflado en la escalera de caracol. Y el resto de la estructura es un cable que evita que la casa "vuelque". Como el cable es muy fino, desde la planta principal no hay ninguna interrupción visual. Solo hay vistas.


Y en el centro de todo, una máquina. Una habitación de 9 m2 elevable mediante un mecanismo hidráulico. Porque eso no es un ascensor; es un estudio, un despacho y hasta un dormitorio que recorre de arriba a abajo y de abajo a arriba TODO EL ESPACIO DE LA CASA. 

¿Y por qué esta voluptuosidad arquitectónica? ¿No era suficiente con las escaleras? No, porque como adelanté, el dueño de esa casa era un hombre que iba en silla de ruedas. Esa casa se construyó A MEDIDA y esa habitación elevable era el centro de su mundo.

La protagonista de esta historia es una mujer nacida en un pueblo de Badajoz que pasó siete años recorriendo la casa cada día con una fregona, una aspiradora y bayetas. 
Que la limpiaba y ordenaba de arriba a abajo. 
Una mujer que conoció esa casa como nadie la ha conocido.