No fue admitida en la Real Academia de la Lengua; quizá una sabia con tanta savia no aspiraba a entrar a ese club. Sí admitieron a Marguerite Yourcenar en Francia. Tenían en común estas dos inmortelles que incomodaban a misóginos “reales”, y como dijo Giroud, no habrá discriminación cuando una mujer mediocre sea preferida a un hombre mediocre. Qué duro es ser mujer y tener el vicio de leer.
Además, María Moliner siempre mostró una vocación especial hacia el servicio social de la cultural, quizá fue eso lo que la llevó a ser calificada por el bando vencedor “de roja y simpatizante de los rojos”. Acabada la guerra civil, tras el golpe de estado, el franquismo la depuró y postergó; pero eso no la amilanó. Su amor por la lengua, y su inefable sentido del humor obraron el milagro de mantenerla en pie. Como si de un conjuro estelar se tratara, quince años de infatigable trabajo y conjugar dobles y triples jornadas, que sus hijos e hijas recuerdan, dieron como resultado, un espléndido diccionario. Ya quisieran los académicos de la RAE, incluso en mejores condiciones, FIJAR, LIMPIAR Y DAR ESPLENDOR, con la misma solvencia que esta señora. Ya se sabe, las mujeres pueden hacer un diccionario de nivel, con sentido del humor y sin ofender, no como hacen algunos académicos “reales”.
Durante la II República, los Servicios de Bibliotecas del Patronato de Misiones Pedagógicas, tuvieron como responsable al poeta Luis Cernuda, y como bibliotecarios al frente Juan Vicèns y María Moliner. Ella se encargaba de la creación de bibliotecas; tenía claro que la transformación de la sociedad había que hacerla desde la cultura y la educación. En Valencia, ella y su marido, junto a otros matrimonios liberales, fundan la Escuela Cossío, lo que les lleva a entrar en contacto con la Institución Libre Enseñanza. Mientras, Vicèns, Inspector de las Bibliotecas de las Misiones Pedagógicas y de las Juntas Municipales, creadas por el Dpto. de María Moliner (Junta de Intercambio y adquisición de libros), hizo llegar películas, libros, teatro y música hasta los pueblos más recónditos de España. Durante la guerra, las Brigadas Volantes, del bando republicano, estuvieron socializando la cultura hasta el final de la contienda.
El proyecto más comprometido de María Moliner fue un Proyecto de Bases de un Plan de Organización General de Bibliotecas del Estado. Se basaba en la experiencia adquirida, sobre todo, en su último destino, la oficina de adquisición de libros y cambio internacional. Su labor, en dicho destino, consistía además de adquirir libros para dotar a las bibliotecas públicas, en dar a conocer al mundo lo que en España se producía. Gracias a su Plan de Bibliotecas, de abril de 1937 a marzo de 1938 se crearon 188 bibliotecas y se repartieron 500.000 libros. Este trabajo, fruto del compromiso callado y pertinaz de una inteligente mujer, consiguió, en momentos francamente difíciles de guerra, crisis económica y penuria, una proeza difícilmente superable.
Dentro del Ejército Popular, en la Zona Republicana, surgieron Bibliotecas para prisioneros, Clubes de Educación, Rincones de Cultura, e incluso bibliotecas en algunas Unidades. La actividad de las Milicias de la Cultura abarcaba tareas de educación y formación cultural impartiendo clases de diversas disciplinas, daban libros o revistas a los soldados, cursillos, charlas, atención a las bibliotecas del frente... Los grupos culturales se crearon para elevar la moral y la cultura de la milicia y, también, la conciencia social. Heridos, milicianos, mujeres, y guarderías, solicitaban libros; tenían ansia por aprender. Las bibliotecas y la enseñanza tuvieron que reorganizarse para atender las nuevas necesidades.
Mientras, los golpistas, en muchos pueblos acababan con las bibliotecas destruyendo los volúmenes: “En Montoro (Córdoba), donde los campesinos habían llorado de emoción viendo que en plena guerra se les llevaba libros, la biblioteca fue inmediatamente quemada por los rebeldes”. Acabada la guerra, fue general, la dictadura quemó las bibliotecas que la República construyó.
Dijo María Moliner: “cualquier ciudadano, viva donde viva, tiene derecho a cualquier libro, esté donde esté”. Se ocupó especialmente, a lo largo de su vida, de resistir con tesón y humor ante la barbarie de la dictadura, totalitaria y machista, escribiendo un Diccionario que contenía un lenguaje inclusivo, alejado de ese otro que es reflejo de las élites y del poder. Y lo logró.
Amelia Sanchis Vidal Profa. Derecho Eclesiástico del Estado.