Darío Mollá. Sr Ministro, hace unos días asistía al concierto de Navidad de un magnífico coro. El concierto acababa con aquello del “Noche de paz” y del “Adeste fideles” que, seguramente, Vd. como yo habrá escuchado y cantado, incluso con emoción, más de una vez. Al llegar a mi habitación, he visto la prensa. Y una noticia me ha estremecido: tres bebés ahogados en una patera en el Estrecho. ¡Tres bebés!.
Inevitablemente me han venido al corazón aquellas palabras del Evangelio que escucharemos estos días de Navidad: “No había lugar para ellos…”. En esta España nuestra, no había lugar para ellos, para tres bebés… No sé, Sr. Ministro, si Vd. y yo leemos el mismo Evangelio… Se me hace duro pensar que sí… Ese Evangelio me impide juzgar a nadie, incluso a Vd, pero creáme que me resulta duro y difícil no hacerlo.
¿Y lo que dice el Papa sobre el tema? Bueno, yo no creo que a Vds. les interese mucho lo que diga este Papa; es más, creo que incluso les molesta…
Hablan Vds. de que estas son las Navidades de la “recuperación”. ¿Recuperación de qué y para quién? Mire, a mí me gustaría que recuperáramos la humanidad que hemos perdido y que vamos perdiendo día a día. Y, sinceramente, esa recuperación no la veo asomar por ninguna parte.
Una última cosa. Hablemos de dignidad. Esos tres bebés, y los que han muerto con ellos, y los que no han muerto pero serán devueltos a sus países, o a no se sabe dónde y en qué condiciones, han perdido la vida, pero no la dignidad. Nosotros, los de aquí, cada vez nos comportamos de un modo más indigno.