Pedro Simón/El Mundo
El periodismo es plastilina con la que puedes moldear un cordero manso donde antes había un lobo feroz. No es que lo diga uno, es que ya lo dejaron escrito en una pared del barrio bonaerense de San Telmo: "Nos mean y la prensa dice que llueve".
Cuarenta estudiantes alemanes borrachos tratando de saltar por la noche el cerco de una piscina en Mallorca 'son' turismo. Cuarenta subsaharianos sobrios intentando abordar la valla de Ceuta a oscuras son una invasión.
El 'conceto' es el 'conceto', vaya, que diría el enorme Manuel Manquiña en 'Airbag'. El 'conceto' es que el discurso dominante nos vende alfalfa y nosotros lo compramos como beluga.
Titulamos "Mueren 14 inmigrantes al volcar una patera" porque no acertamos a llamarlo por su nombre. Por eso de que la distancia es un lisérgico cojonudo. O sea: "Fallecen 14 personas al naufragar su embarcación".
Por el lenguaje nos definimos y por el lenguaje dejamos asomar la patita de la traición y del miedo. Que las palabras no son neutras lo saben los 'homosexuales' que no se consideran 'maricones', las 'trabajadoras de la limpieza' que no se consideran 'chachas' o los judíos que no se consideraban perros por mucho que se lo gritara un alemán canino.
Así, el abracadabra del léxico alcanza hasta la palabra crisis. Porque, digámoslo ya, no es lo mismo no tener agua que no tener para un 'dry martini'.
Al científico Pedro Alonso -que ha dado con el grial contra la malaria, vive en África y sabe lo que es acunar en brazos a niños en el trance de la muerte- le preguntaron un día que qué opinaba de la crisis. El tipo señaló a la piscina abarrotada del hotel madrileño donde servidor estaba realizando la entrevista. Arqueó las cejas y sonrió. Pues eso.
Aquí nos miramos al ombligo y lamentamos tener que borrarnos de Gol TV o que llevemos dos años sin renovar el vestuario, pero sabemos lo que es abrir el grifo y que salga agua caliente. Allí no. Allí son de lija todas las respuestas. Aunque luego te la juegues y palmarla en el Estrecho ya no dé ni para salir en el 'Sálvame'.
Una vez conocí a Faustina, una dominicana que salvó a 16 personas famélicas dándoles el pecho, cuando la barca que iba a Puerto Rico se perdió durante 12 días.
-No tengan vergüenza -les dijo-, no nos vamos a morir.
Otra vez hablé con Josephine, una nigeriana cuya hija de dos años murió en el cayuco y fue arrojada al mar. Porque durante seis días con sus noches la madre sólo pudo darle sus propios orines.
Dirá el periodismo lo que quiera, pero las dos tuvieron una depresión a cinco columnas por aquello. Y aún llora cuatro años después Josephine, en una foto improbable a toda página.
Yo creo que si los muertos de mierda del jueves hubieran sido blancos -o europeos, o turistas, o miembros de la tuna, o concejales de Urbanismo- habrían tenido más foco en los medios, o forzarían un cambio de legislación, qué sé yo. O habrían sido 'trending topic'. Que es la vara de medir del nuevo periodismo.