Respondiendo a la llamada de los pobres e iluminados en nuestro compromiso por la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia, hemos de reivindicar el reconocimiento y cumplimiento de los derechos fundamentales de las personas, exigiendo un mundo más justo y, en definitiva, la erradicación de la pobreza y el hambre en el mundo, como prioridad de esta opción por los últimos.
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