Rocío Pérez tomó ayer la decisión a la desesperada. Esta inmigrante peruana de 42 años, separada y madre de dos hijas (de 12 y 9 años), lleva tres años digiriendo su desahucio e intentando buscar un alojamiento alternativo, al alcance de su bolsillo. Así que ayer, cuando los responsables de Bankia se negaron a recibirla para oír, una vez más, su petición de un alquiler social, decidió a bote pronto iniciar una huelga de hambre.
Rocío y su entonces marido compraron un piso en el barrio de Pueblo Nuevo, en el distrito de Ciudad Lineal en 2004, para el que obtuvieron 180.000 euros de hipoteca. Pero hace ya tres años que dejaron de pagar las letras, muy por encima de sus nuevas posibilidades. Rocío no trabaja. Sus ingresos son los 600 euros que recibe de su exmarido para el mantenimiento de las niñas. Y lleva en el bolso un regimiento de medicamentos, porque la ansiedad por su situación económica le ha provocado una cadena de dolencias (otoesclerosis, anemia y problemas auditivos), cuyos partes médicos también porta consigo.