Mariana Alvarracín (sentada) y Ana María Nieto, en la sede de Cruz Roja. / Fernando Blanco |
Guapas, maquilladas, risueñas, locuaces..., ni
sus rostros, ni su indumentaria, ni su vitalidad traducen el calvario que para
ellas supone alimentar y educar a dos niños pequeños sin un sueldo a final de
mes. Luego, en cuanto se detienen en el detalle y en el día a día, aparecen la
emoción y las lágrimas, porque se necesita ser muy fuerte para llamar durante
meses a puertas que nunca se abren sin perder la sonrisa. Ana María Nieto, de
43 años, fue una de las primeras víctimas de la crisis y desde que perdió su
último empleo, hace ahora un lustro, no ha conseguido un contrato. Veinte años
de experiencia laboral como dependienta (en prestigiosos grandes almacenes y
perfumerías de solera, pero también en empresas de comida preparada), ya no son
suficientes. Su experiencia no es muy diferente a la de Mariana Alvarracín,
ecuatoriana de 35 años, que hasta hace algo más de un año no había tenido
problemas laborales (ha sido camarera, cocinera, costurera, acompañante de
mayores...) y que ya no encuentra nada. Hace meses que las dos no perciben
prestación alguna.
–¿Cómo se sobrevive
sin un sueldo a final de mes?
–Ana María Nieto:
Con la ayuda de mi madre, de mi hermana... Gracias a Dios, yo no he llegado a
pasar penalidades. No nos damos tanta cuenta de la cantidad de gente que lo
está pasando mal. Y eso es gracias a las familias.
–Mariana Alvarracín:
Como siempre he trabajado, tenía algo ahorrado y he estado tirando de ello,
pero ya casi no llego... A mí me ayudan muchas entidades e instituciones.
–¿Qué es lo más duro:
decir que no a un hijo, o tener que pedir ayuda a una entidad como Cruz Roja?
¿Se llega asentir humillación?
–A. M. N: Yo
vengo a Cruz Roja para orientarme, formarme o asesorarme..., para mí es
agradable. Lo más difícil es negarle a mis hijos cosas que me gustaría darles.
–M. A: Para mí
también. Y por eso, aunque me da un poco de rabia porque siempre he sido muy
independiente, ahora pido ayuda a quien haga falta para darles lo que
necesitan. Mis hijos tienen que comer, vestir, ir al colegio, y la vergüenza me
la guardo en el bolsillo.
–No tener dinero puede
llevarnos a situaciones extremas, ¿han podido evitarlas hasta ahora?
–A. M. N: Yo
tengo ayuda familiar, pero hay cosas que no te puedes permitir y te da mucha
pena. El otro día mi hija me dijo: 'mamá hay una excursión en el colegio, pero
no pasa nada si yo no voy'. Y no es la única; hay muchos otros que no.
–M. A: Alguna
vez me he visto mal. Gracias a Dios, voy a una iglesia en la que todas las
semanas me dan algo de comida: colacao, galletas... También ropa para mis
hijos..., se les queda todo pequeño muy rápidamente.
–Hace unos años se
decía que en Valladolid nadie pasa hambre,... ¿La están pasado ustedes?
–A. M. N: No,
gracias a Dios, no.
–M. A: Alguna
vez.