Tiene su horario fijo, como cualquier obrero, porque para él es su trabajo y el dinero que saca es el que ayuda a mantener a su familia a final de mes. El paro, la crisis y la vida misma le empujaron hace muchos meses, quizás años, a recorrer las calles de la ciudad a lomos de su vieja vespino para rebuscar en los contenedores algún tesoro escondido inservible para su dueño, pero muy útil para sacarse «unas perras» en el rastro dominical.
A sus 57 años, y con muchos 'tiros' pegados a sus espaldas, este veterano de la tradicional rebusca confiesa que ve su futuro «muy mal porque la vida está así, muy mal». Fatal, desde luego, en su caso. Su nombre se lo guarda para sí por una lógica cuestión de decoro -«a nadie le gusta que le vean así»- durante una breve conversación mantenida entre contenedor y contenedor de Parquesol, el barrio que más alegrías le da, esta misma semana.
En la caja acoplada al sillín de su motocicleta atesora un destartalado reproductor de DVD y alguna otra joya rescatada del olvido. «La gente tira de todo y a veces te encuentras algún trastillo que se puede reparar, mucha ropa que está nueva y, sobre todo, calzado bueno», resume el curtido motorista.
Todos estos tesoros van a parar al puesto que monta desde hace años en el mercadillo del estadio. «La verdad es que sí que renta», reconoce. Acto seguido rectifica y aclara que tampoco le queda otra. Pero lo cierto es que hay días en los que se saca un «buen dinerillo». Siempre, claro, en función de cómo transcurran las labores de recolecta.
Casado y con cinco hijos
«Sacas muy poca cosa, unos 100 o 150 euros a la semana, aunque a veces consigues un poco más». Y ese día es fiesta en la casa de realojo de la calle Niña Guapa, una perpendicular a Labradores, que tuvo la suerte de conseguir hace algunos años para dar cobijo, al menos, a su mujer y a sus cinco hijos.