Por Nestór Cenizo
El espinazo doblado de estas mujeres en fila levanta fardos de 70 kilos y una economía atípica, sustentada también una disputa geopolítica: Marruecos no reconoce como frontera comercial el paso de Ceuta. Así que lo que en otro lugar transportarían los camiones, aquí lo cargan miles de mujeres que marchan en hilera y se desloman cada día ejerciendo el contrabando tolerado a través del estrecho paso de El Biutz. Las esperan al otro lado y cada viaje se paga con hasta diez euros. El tránsito de bultos ha consolidado una economía sui generis a ambos lados de la frontera, sostenida sobre el eslabón más frágil de la cadena: mujeres de tez tostada y curtida que reciben porrazos y pagan sobornos para cargar de un lado al otro bultos que rondan su propio peso.