martes, 3 de marzo de 2015

Los expertos critican los deberes como una extensión de las tareas del colegio. PRIMERA PARTE

Abogan por crear el hábito de trabajo a través de la lectura diaria y pocos encargos complementarios de tipo muy práctico y activo, hechos a la medida de cada alumno.


La semana que se dedica a estudiar las unidades de longitud, los niños tienen que medir su habitación. Ese es un ejemplo de deberes perfectos: el alumno traslada lo aprendido en la teoría a la escala real, refuerza sus conocimientos, le resulta divertido y desafiante y mejora otras capacidades, como la espacial. Sin embargo, miles de gallegos de entre 6 y 12 años aprenden las unidades de longitud repitiendo una y otra vez ejercicios de transformación de metros a centímetros y de decámetros a kilómetros. «Mi hijo sabe que un metro son cien centímetros, pero no sabe si la mesa de comedor mide un metro o treinta». Así resumía Xosé Ramón Franco, padre del colegio de O Pino, el sentir de muchos progenitores que ven que sus hijos estudian demasiadas cosas para después olvidarlas.
Para hablar de deberes a cinco personas vinculadas con la educación, especialmente en primaria: el propio Xosé Ramón, como padre; Francisco Chas, profesor en el colegio Santo Domingo de A Coruña y de Didáctica en la USC, además de codirector del gabinete Aprendizaje Vital; María José Mansilla, presidenta de la confederación de ANPA de colegios católicos concertados en Galicia (Congapa); Julio Trashorras, profesor y miembro del sindicato ANPE; y Carmela Rodríguez, profesora en el CEIP Vite de Santiago.
La primera cuestión que se les planteó fue si están a favor de los deberes durante la primaria. La respuesta, aunque con matices, se resume en lo que dijo Carmela Rodríguez: «Como están agora, non, pero si se facemos uns matices». Es la misma línea que argumentó Xosé Ramón Franco, para quien «os deberes deberían servir para coller hábito máis que para seguir coas tarefas do colexio». La clave, explicaba Julio Trashorras, es exactamente esa, la del hábito: «É importante que fóra do ámbito puramente escolar haxa un traballo por adquirir uns hábitos e ir traballando nunha serie de valores que despois lles van a servir na súa vida futura».
Porque para estos expertos los deberes no son más que una extensión de la metodología en el aula. Rodríguez expone cómo es una clase tradicional: «Un mestre da unha explicación maxistral cun libro de texto, por máis que agora teñamos encerados dixitais, que veñen moitas veces a ser lo mesmo que o libro de texto; a continuación pon exercicios e, se non os rematan, para casa, o din que fagan máis na casa; e despois, chega o exame». Si las cosas son así, los deberes resultan frustrantes e inútiles.
Francisco Chas apunta que deben «estar ajustados a cada alumno y buscando un aprendizaje realmente útil para ese niño. Pero que los padres no se quejen de que de los cinco cuadernillos, quede uno sin hacer». Y es que Carmen Rodríguez cree que los padres, en general, prefieren deberes porque es algo «medible», y solo entenderían otras propuestas si cambia la metodología del aula y se les explica bien.
Esos deberes a la carta y tan buenos, ¿cómo serían para un niño de siete años, por ejemplo? Es una cuestión complicada, pero los expertos convocados por La Voz apuestan, en edades tan tempranas, por el juego y la lectura, pero no solo eso: también pueden hacer un puzle, inventarse un cuento o jugar a las cartas. En cuanto al juego, matizan que es mejor ir a la plaza que apuntarse a un equipo cuando todavía son tan pequeños.
Con los años, la propuesta de estos padres y profesores es que se aplique en la práctica lo aprendido en clase, como el ejemplo inicial: si se estudian las longitudes, se puede medir una habitación. Lo que parece claro es que los deberes los tienen que hacer solos, porque si necesitan ayuda, entonces deben hacerse en clase, donde el profesor está preparado para echarles una mano.
Tampoco se ven con buenos ojos la sucesión diaria y repetitiva de los ejercicios: hay que planificar tareas a medio plazo, para una semana, que pueden ser más complejas que si son de un día. Por ejemplo, escribir un guion de un corto para lengua que ponga en práctica lo aprendido en ortografía o gramática.
Si en primaria es una carga excesiva, en primero de secundaria la cosa se complica porque el estudiante tiene un profesor diferente para cada asignatura que pone deberes sin tener en cuenta al resto, y aunque los alumnos son mayores también necesitan tiempo para otras actividades, lúdicas y deportivas.