viernes, 2 de enero de 2015

¿Es lo mismo decir prostituta que prostituida?

Trata de personas: las palabras no son inocentes ni impunes 
Margarita Zerda 
 La prostitución crece día a día. Menos de la cuarta parte de un segundo. Es lo que tarda el cerebro humano en encontrar la palabra adecuada para expresar una idea y transformarla en lenguaje hablado, según científicos de la Universidad Pompeu Fabra (España). Y con esa velocidad emitimos la palabra, auténtico puente entre nuestra mente y la de otras personas. El lenguaje es el instrumento de la inteligencia, decía Álex Grijelmo. Porque cada concepto representa una parte del mundo. ¿Qué mundo represento cuando digo “gata”, “puta”, “loca”, “prosti”, “zorra”? ¿Es el mismo que cuando digo “prostituida”, “víctima”, “mujer en situación de prostitución”? Atenti: podemos estar revictimizando a las víctimas hasta con las palabras, el tono, la calificación que hacemos. 

Por Verónica Toller,
 especial para ANALISIS DIGITAL “Los límites de mi lengua son los límites de mi mundo”, decía Wittgenstein (Tractatus logico-philosophicus). Y es que sí: la dimensión espiritual del hombre es la de su lengua. “Los matices de la realidad se perciben con palabras que los distinguen. No es lo mismo "bonito", que "hermoso", "bello", "atractivo”. Los argentinos disponemos de una galería de verbos sinónimos de "sobornar": untar, morder, cometear”, aclaró más recientemente Pedro Luis Barcia, el entrerriano que es Presidente de la Academia Argentina de Educación y antes lo fue de la Academia de Letras. Lo que veo en el mundo lo interpreto en mi razón buscando su ser, su esencia; cuando la encuentro, la transformo en un “concepto” y la emito con mi voz como “término”. Por ejemplo, si conceptualicé un “instrumento para sentarse” puedo usar el término “silla”. ¿Qué conceptualizo cuando veo una mujer parada en la esquina, de noche, con faldas bien cortas y mucho rimmel? ¿Cuál es mi idea de lo sucedido cuando leo en las noticias “operativo en un prostíbulo”? El lenguaje califica. Las palabras dan forma al mundo. Pienso en palabras. El lenguaje es depósito de la conciencia. Por eso, el despojo lingüístico es una forma de sometimiento humano, a la par que determinados términos suenan como juicios o como castigos. Lenguaje y ocultamiento Hay palabras que enmascaran realidades y palabras que sentencian, dañan, ofenden. «La trata de personas es un fenómeno complejo y multidimensional, en el que intervienen no solo poderosas redes delictivas, sino también los prejuicios y los valores culturalmente arraigados que, de alguna manera, facilitan –y muchas veces hasta justifican- el accionar de los actores involucrados”, afirma una publicación de UNICEF y el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación de mayo de 2012 (“Trata de personas. Una forma de esclavitud moderna. Un fenómeno mundial que afecta principalmente a niños, niñas y adolescentes”. Argentina). Es lo que ocurre cuando se habla de «wiskerías», chicas «coperas», «alternadoras», «casas de tolerancia»: palabras que ponen máscaras. Un lenguaje hecho especialmente para ocultar. Es lo que ocurre, por ejemplo, con limpieza étnica, escudo humano, flexibilización laboral, crecimiento cero, guerra preventiva, pre-embrión. Así, sería útil desenmarañar el entramado de voces con las que calificamos y señalamos, incluso involuntariamente, y vamos tejiendo un mundo que no representa la realidad. En vez de decir...digamos... 1 – “Prostitución infantil” - corresponde hablar de “niños y niñas víctimas de la prostitución”. EL “Protocolo Facultativo de la Convención de los Derechos del Niño, relativo a la venta de niños, la prostitución infantil y la utilización de niños en la pornografía” (ONU, 2000) indica, entre otros términos, que “la denominada prostitución infantil” es la utilización de un niño en actividades sexuales a cambio de remuneración o de cualquier otra retribución. Por eso, son “niños prostituidos o explotados sexualmente”, que no es lo mismo. Ídem, “pornografía infantil”. 2 – “Propietarios de un boliche” – corresponde “proxenetas, explotadores, tratantes”. 3 – “Chicas de vida alegre…”- corresponde “mujeres explotadas o prostituidas”. No hay nada de alegre en la vida del prostíbulo. 4 - “Locas, gatas, lo hacen porque les gusta, mujeres de vida fácil” – volver a leer el punto 3. Son «personas en situación de prostitución» o “víctimas de explotación sexual” o “víctimas de trata de personas”. 5 – “Trabajadoras de la noche”. El trabajo es un medio de dignificación de la persona y nunca de explotación. “La prostitución no es un trabajo”, sentenció en octubre de 2012 la magistrada cordobesa María de los Ángeles Palacio de Arato, jueza de Control, Niñez, Juventud, y Penal Juvenil y Faltas de Río Segundo. Antes, en junio de 2010, en Buenos Aires, la jurista Catharine Mackinnon, asesora de la Corte Penal Internacional en cuestiones de Género, dijo lo mismo durante el Encuentro Internacional sobre Violencia de Género organizado recientemente por la UBA: “la prostitución no es trabajo, más bien es una práctica de violación serial”. Agregó que “en todas partes, la gente prostituida suele ser muy pobre y en general nadie sale de la pobreza por prostituirse. El dinero coacciona el sexo en la prostitución, que representa una violación serial". En la misma ocasión, Francesca Filippi, responsable del Centro Antiviolencia en la provincia de Roma que gestiona su asociación Differenza Donna, sostuvo: “la prostitución no es una elección. Differenza Donna no acepta ni remotamente la concepción de elegir libremente ser prostituta –dijo a Artemisa Noticias-; esto no existe porque consideramos que ésta no es una elección, es decir, nos parece difícil entender por qué entre las opciones de vida de una mujer debería de encontrarse ésta”. Así, cuando leemos en la prensa que “las jóvenes decidieron volver a trabajar luego del operativo policial”, sepamos que ni es un trabajo ni es una elección: se vuelve al prostíbulo por miedo, por amenazas de los tratantes o por encierro de la vida, situación de vulnerabilidad que no deja otra salida. Cuando no hay más que una opción, no existe la elección ni la libertad. 6 - “Las jóvenes buscaban volver a trabajar / Ejercían la prostitución como salida laboral” – ver de nuevo el punto 5. 7 – “La prostitución es la profesión más antigua del mundo” – No es una profesión. La frase se utiliza para justificar la venta de personas o la compra, aunque sea por 15 minutos. 8 – “Cliente” - es también un “prostituyente”, causante de trata y de explotación sexual. 9 - “Intermediarios” – no: son “victimarios, delincuentes, proxenetas, explotadores sexuales, tratantes”. 10 - “Prostitución clandestina” – no: es mafia, delito, ilegalidad. 11 - “Servicio sexual, sexoservidoras” (como las llaman en México) – no. Servir a los demás es una donación, una virtud, que nada tiene que ver con el negocio prostibulario ni con la trata. Lenguaje masculinizante y mentiras familieras «Una palabra bien elegida puede economizar no solo cien palabras, sino cien pensamientos», decía Henri Poincaré, célebre matemático francés del siglo 19. Novalis, el poeta y filósofo alemán, puntualizaba: «Las palabras son la configuración acústica de las ideas». Necesitamos replantearnos ciertas expresiones que conllevan una visión machista de la relación varón-mujer, y visualizan a esta como objeto poseíble. No son solo los varones los que lo emplean: también las mujeres hablan de esta forma. Por ejemplo, “soy tuya”, “sos mía”, “penetración” como sinónimo del acto sexual (la mujer también participa y no penetra: no pueden ser sinónimos); “poseer” a la mujer, “debutar” en el prostíbulo, hacer una “fiesta de despedida de solteros”. Lo mismo sucede con la expresión “mujer pública”: es lenguaje sexista, ya que no tiene el mismo tenor que cuando decimos “hombre público”. O “una zorra”, muy distinto al concepto de “es un zorro” aplicado al varón. Otras expresiones descalificantes y machistas: “están porque quieren”, “nadie las obliga”, “se pueden ir cuando quieran”, “es una forma fácil de hacer dinero”, “no les gusta trabajar”, “sin prostíbulos, habría un montón de violadores en la calle”. Por otro lado, desde adentro del sistema prostibulario y de trata, se emplea un diccionario que oculta las relaciones de sojuzgamiento e intenta convencer a las víctimas de que se encuentran en una nueva “familia”. Así, en México, por ejemplo, se dice: • Padrote, madrota – el o la proxeneta, regente del prostíbulo. • Marido - es el domina a mujeres. Puede haber un marido de tres o más. • Cuñadas, carnalas – las otras mujeres que hay en el prostíbulo • Madrina - la mujer que paga por una chica a los captadores, la que la hace entrar al prostíbulo, etc. Cambiando paradigmas La necesidad de producir un cambio de mirada y de conceptos en torno a este tema no es algo en lo que seamos originales. Cabe citar aquí los esfuerzos de www.periodismosocial.com, donde se pueden encontrar varios de estos términos y sus referencias. O la tarea sostenida de la Red Par, que reúne a 190 periodistas en nuestro país y que publicó en 2008 y 2010 el “Decálogo para el tratamiento periodístico de la violencia contra las mujeres”, traducido ya a varios idiomas. «Consideramos que el papel que nos cabe, como profesionales comprometidos/as con la realidad, reside en la necesidad de modificarla a partir de una lectura crítica y fundada –dice el Decálogo-. Otra premisa importante para este trabajo es que las personas afectadas por estos delitos no sean convertidas nuevamente en víctimas –esta vez, de los medios de comunicación– en el momento de ser contadas sus historias». Recomienda la Red Par, por ejemplo, “explicar en nuestras coberturas los modos de captación de las mujeres, adolescentes y niñas. Dejaremos en claro así que la idea de consentimiento es una falacia, sea cual fuere la edad de las víctimas”. También, “al referirnos a una mujer, una adolescente, una niña o cualquier otra persona en situación de trata o de prostitución, tendremos presente que es la consecuencia de una red de complicidades y de responsabilidades que involucran el sistema político, judicial y policial (sistema prostituyente)”. La ONG “Infancia robada” ha generado, por su parte, espacios para dialogar con la prensa y enfocarse en la cuestión de los términos luego de sancionada la Ley de Trata. Otro instrumento útil es el de las “Recomendaciones éticas y de seguridad de la OMS para entrevistar a mujeres víctimas de la trata de personas”, donde se describen las complejas situaciones por las que atraviesa una víctima y la forma en que se le debe hablar, los respetos a sus silencios y el resguardo de su anonimato y seguridad. “Quienes se encuentran en esta situación, con frecuencia s e sienten atrapadas y sin una salida, residen ilegalmente en el país, están a merced de violencia y castigos, su libertad personal está restringida, enfrentan discriminación, tienen percepciones distorsionadas fruto de sus vivencias” y más, son algunas de las aclaraciones de la OMS. El lenguaje de la comprensión Las palabras no son inocentes ni impunes, dijo una vez Saramago. Tienen un ADN compuesto de ideas e interpretaciones; la idea o la intencionalidad de quien las creó o de quien las repite, recreándolas. Para Cervantes, no era la mano sino la comprensión de un hombre la que debía escribir. Podemos trasladar su consejo a nuestro tema y notar que no debería ser la lengua sino la comprensión del hombre la que hable en estos casos de vulneración y dolor humano. Palabras que con toda claridad diluciden y conceptualicen el crimen organizado, la explotación, la trata, el proxenetismo, la venta de carne humana. Y palabras que también con toda claridad diluciden el infierno de las víctimas. Pocas cosas nos hacen tan humanos como la palabra. Nos diferencia del resto de las especies, nos une, nos aleja, nos eleva, nos hunde, nos define. Hay Palabra que nos salva y palabras que nos condenan. Si muere la palabra, muere la posibilidad de llegar al otro y de llegar al fondo de nosotros mismos. Cómo ser humanos, cómo hacer justicia, sin la palabra. Podemos ser la voz de los que no tienen voz. O dar la espalda y cometer abandono de persona. “Cuida tus pensamientos -decía Gandhi-, porque se volverán palabras. Cuida tus palabras porque se volverán actos. Cuida tus actos porque se volverán costumbres. Cuida tus costumbres porque forjarán tu carácter. Cuida tu carácter porque formará tu destino. Y tu destino será tu vida".