domingo, 21 de junio de 2015

El Papa denuncia ante la FAO el consumismo en Occidente «Eliminemos el derroche y venceremos el hambre»

El Papa denuncia ante la FAO el consumismo en Occidente

«Eliminemos el derroche y venceremos el hambre»

Somos responsables los unos de los otros. De todos: de los que todavía no han nacido, y tienen derecho a que no dilapidemos los recursos naturales del planeta, y de quienes tal vez vivan en el otro extremo de la tierra, pero padecen las consecuencias de los estilos de vida consumistas en Europa o en Norteamérica. Éste podría ser, a grandes rasgos, la síntesis del pensamiento del Papa sobre la custodia de la creación. Desde la perspectiva latinoamericana que representa Jorge Mario Bergoglio, la ecología tiene una marcada dimensión social. El problema ecológico va mucho más allá del calentamiento global, que a muchas personas en el Norte les sigue sonando a un problema abstracto y lejano, diga lo que diga la ciencia. Pero en el Sur, la esquilmación de la naturaleza provoca efectos muy tangibles, como que millones de personas sean privadas de los medios básicos de subsistencia.
Al recibir, el 11 de junio, a los participantes en la 39 Conferencia de la FAO (la agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura), Francisco denunció el escándalo del hambre, que sufren unos 800 millones de personas en el mundo, mientras un tercio de los alimentos producidos acaba en la basura. En los países ricos del Norte, «seguridad alimentaria significa eliminar grasas» con dietas de adelgazamiento. «Para el Sur, consiste en obtener al menos una comida al día», señaló.
El hambre tiene que ver con el cambio climático, que provoca el «desplazamiento forzado de poblaciones». Sin embargo, «no podemos olvidar la especulación financiera», añadió el Pontífice, que pidió un debate «sobre el uso no alimentario de los productos agrícolas que se utilizan en grandes cantidades para la alimentación animal o para producir biocombustible». Las palabras de Francisco podrían aplicarse a su Argentina natal, potencia agraria que se ha visto invadida por cultivos de soja transgénica, introducidos por multinacionales norteamericanas. En 2001, Argentina experimentó la hambruna, pese a que el país podría alimentar a diez veces el tamaño de su población.
«¿Cuánto incide el mercado con sus reglas sobre el hambre en el mundo?», se preguntó Francisco. Al Pontífice le preocupa el cada vez mayor «acaparamiento de las tierras de cultivo por parte de empresas transnacionales y Estados, que no sólo priva a los agricultores de un bien esencial, sino que afecta directamente a la soberanía de los países. Ya son muchas las regiones en las que los alimentos producidos van a países extranjeros y la población local se empobrece por partida doble, porque no tiene ni alimentos ni tierra. Y ¿qué decir de las mujeres que, en muchas zonas, no pueden poseer la tierra que trabajan, con una desigualdad de derechos que impide la serenidad de la vida familiar, porque se corre el peligro de perder el campo de un momento a otro?»
Francisco no se limitó a presentar ante la FAO un catálogo de calamidades. De hecho, buena parte de sus dardos los dedicó a denunciar la «resignación genérica» y el «desinterés» por el problema del hambre, con la excusa de que el desafío es de dimensiones tan colosales que no admite solución. Sí la hay, pero «debemos partir de nuestra vida cotidiana» y «cambiar los estilos de vida, conscientes de que nuestros pequeños gestos pueden asegurar la sostenibilidad y el futuro de la familia humana», dijo. En lugar de quedar abrumados por las grandes cifras estadísticas, concluyó el Papa, «modifiquemos nuestra relación con los recursos naturales»; «modifiquemos el consumo»; «eliminemos el derroche, y así venceremos el hambre».