La crisis española lleva al extremo los trabajos precarios. El objetivo de millones de jóvenes españoles es encontrar trabajo y si es posible, que sea digno.
Por eso deciden marchar al extranjero.
Son muchos los jóvenes que se quedan aunque no consiguen más que un contrato de pocos meses de duración.
El paro es aprovechado para reducir los derechos de los trabajadores.
Y mientras los financistas reciben ayudas, los ciudadanos pagan por sus fallos.